jueves, 2 de mayo de 2024

La Traumática Historia del Trauma.









TLP o Trastorno Límite de la Personalidad.


El trastorno límite de la personalidad es una enfermedad relativamente nueva, fue descrita en 1934 por una psicoanalista llamada Helene Deutcsht con el nombre de “personalidad como si”, que hacía referencia a una clínica bien distinta a aquella que clasificaba los malestares mentales en tres grandes grupos de la psicopatología clásica: neurosis, psicosis y perversiones.

El Trastorno límite de la personalidad (en adelante TLP) no era ni una cosa ni otra y sin embargo poseía y posee elementos de todas las series, síntomas depresivos que no son depresiones, ataques de rabia que no son proporcionales a los estimulos recibidos, una tendencia a la inconsistencia y una incapacidad de formular proyectos a largo plazo y otros síntomas nuevos como el sentimiento crónico de vacío, o la incapacidad para estar solos. Aquí puedes ver los criterios diagnósticos para el TLP según DSM. Dicho de otro modo, se supuso que el TLP sería una forma de transición entre neurosis y psicosis.

Se trataría pues de una forma de transición dialéctica entre la histeria y la esquizofrenia, entre el vértice I y el vértice A. O dicho de otra forma: se trata de una forma “evolucionada” de la histeria, una histeria desbordada, es decir una forma adaptada a las sociedades opulentas y que se caracteriza por una agravación de la clínica clásica. Del mismo modo, otros autores han hablado de neoconversión para explicar certos síndromes clínicos alejados de la histeria clasica como lo que sucede en el dolor neuropático. Todo parece indicar que la histeria se oculta cada vez en distintos y más complejos nichos donde la sospecha médica de engaño quede por fin eliminada.

Se trata de una expresión más de la plasticidad con la que los cerebros individuales enfrentan las contradicciones de su tiempo y es obvio que si la histeria emergió en tiempos de la represión sexual, hoy ya se encuentren en franca retirada, pues como decía Foucault: “El poder ya no opera a través de la restricción del deseo sino a través de la diseminación y la legitimación de todos los goces”.

Sobre esta frase de Foucault volveré más abajo cuando hable de la identidad. El TLP es un trastorno muy prevalente en las sociedades actuales y muy difícil de tratar, y además un trastorno que afecta más a las mujeres que a los hombres y que conlleva un enorme riesgo de suicidio. Con todo se acepta que el TLP tiene una causa traumática, si bien se trataría de traumas precoces vividos durante los primeros años de vida y que afectaría -al contrario de la histeria clásica, no al cuerpo- sino a la identidad y del mismo modo a través de esa “chica para todo” que es la disociación.

El principal factor ambiental considerado en todos los estudios es siempre el trasfondo familiar, aunque se ha visto que no existe conexión entre estas condiciones familiares y las que se dan entre las capas socioeconómicas más bajas (París, 2001). Se darían dos tipologías de familias en las que aparecen casos de TLP (Cierpka, Reich, 2001) aunque existen combinaciones: de una parte, familias «caóticoinestables» y, por otra, «familias negligentes y practicantes del abuso emocional». Las familias caóticoinestables se caracterizan por constantes crisis matrimoniales y disputas familiares, escenarios impulsivos, alcohol o dependencias y utilización de los hijos como chivo expiatorio.

El otro tipo de familia tiene como rasgos característicos la frialdad con los niños, desmoralización o invalidación, negligencia, separación temprana de los padres, o fases largas de depresión por parte de los padres (Ruiz-Sancho y Gunderson, 2001). Un punto adicional es que los investigadores asumen que en las familias en las que se dan casos de TLP y otros trastornos de la personalidad, los síntomas se pueden trasmitir por la conducta (Cierpka, Reich, 2001). Por tanto, la impulsividad de los padres con TLP puede afectar negativamente a la descendencia, que sufre de ese modo un daño similar al que tuvieron sus padres.

Dicho de otra forma: la genética no es la única forma de transmitirse enfermedades o patologías, sino que -como decían nuestros abuelos- el ejemplo es lo más importante (“haz lo que hago y no lo que digo”).




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